Todo comenzó allá por 1982, cuando una madre llevó al cine a su hijo de 6 años por primera vez. En uno de aquellos cines de antes, de pantalla enorme, se proyectaba E.T., y, desde aquel día, aquel niño descubrió una indescriptible necesidad por repetir la experiencia, una y otra vez...

domingo, 18 de diciembre de 2011

Mission Impossible: Protocolo Fantasma

Volver a publicar una entrada me resulta, últimamente, una verdadera misión imposible, pero jamás abandonaré, y estaré por aquí siempre que pueda. Hoy me apetecía especialmente, no ya por el largo periodo de ausencia, sino, además, por las ganas que tenía de hablar de una saga estupenda que acaba de estrenar su última entrega. Me chiflan las misiones imposibles de Tom Cruise, auténtico hombre orquesta de una tetralogía que decayó un pelín en la tercera, y que con la cuarta ha vuelto por sus fueros. Os cuento por qué me ha gustado tanto Mission Impossible: Protocolo Fantasma.

La razón principal obedece a cuestiones de reciclaje. Hagamos memoria: la primera era un sobrio, elegante y absorbente ejercicio de suspense, de cine de espías perfectamente tejido y manejado por el siempre infravalorado Brian De Palma. La segunda sorprendió por su cambio de rumbo, por abandonar un esquema que había sido rentable económica y artísticamente para poner tras la cámara a un John Woo que disfrutó cual marrano en charco con las acrobacias imposibles de un Ethan Hunt más pediente de sus dotes como funambulista que de encontrar el microchip de turno. Teníamos así, dos propuestas radicalmente distintas que este bloguero adora, cada una en su estilo, aunque no deje de tocarme las narices ese lío que el bueno de Tom monta cuando inserta nuestras fiestas señaladas en sus pelis (recordemos el error monumental al confundir fallas con fiestas rocieras, muy parecido al visto en Noche y día hace algo más de un año)

Y llegamos a la tercera, para la que la empresa Cruise fichó a un J.J.Abrams pujante tras sus éxitos televisivos. Siendo buena, Mission Impossible 3 nos supo a poco, y a mi concretamente me dejó un regustillo amargo a un extenso capítulo de la estupenda Alias. Estaba algo más cerca de la primera que de la segunda, pero también, tristemente, de quedarse como una peli más de espias estimable, aunque carente de escenas recordables y de empaque para perdurar.

El motivo por el que la cuarta me ha encantado, es que la he disfrutado como una apasionante mezcla de la primera y la segunda. Abrams, esta vez como productor, y Brad Bird como director, nos presentan una peli que recoje lo mejor de las dos primeras. Tiene una trama sólida, bien estructurada, una historia de espionaje que no alcanza la rotundidad del guión de David Koepp para la primera, pero que sirve para retomar sensaciones apasionantes. Y ademas, nos deja un par de escenas para el recuerdo, brutales, espectaculares, como son la entrada en el Kremlin (qué cosas se pueden hacer con un iPad...) y la escalada en el edificio de Dubai, en donde Ethan Hunt vuelve a ser el de la segunda, un loco equilibrista sin cable de seguridad...

Y eso denota inteligencia. Cruise, ya sin su socia de siempre Paula Wagner, se ha empeñado en mejorar la tercera peli, como si hubiese querido enmendar los pequeños errores cometidos. Esta cuarta destila cierto aroma a la anterior, pero le añade, como he dicho antes, algo de todo aquello que nos encandiló en las dos primeras. Siempre recordaremos al héroe colgado de un cable deteniendo la gota de sudor traicionera, o cuando escalaba sin arnés por aquellas montañas imponentes, o, como ahora, cuando sube por el edificio más ato de Dubai con la única ayuda de un guante adherente.

Después tenemos todos los ingredientes típicos de la saga, ya presentes en la entrañable serie de televisión: las dobles identidades, las máscaras de látex, la sintonía del gran Lalo Schfrin o los mensajes que se autodestruyen en cinco segundos (o en alguno más...). Hay, además, un malo interesante, un paranoico sin escrúpulos para el que han tenido el acierto de fijarse en el Mikael Blomkvist de la trilogía Millennium pre-Fincher, un Michael Nyqvist cuyo físico nos recuerda al típico malo de las pelis Bond sesenteras. El perdido Josh Holloway tiene una participación testimonial, mientras que Jeremy Renner cumple sin más, como la chica de la función, Paula Patton.

Me ha gustado mucho esta nueva Mission Impossible. Y mira que no me cae nada bien Tom Cruise. Pero, como he escrito alguna vez, es admirable la capacidad del sujeto para mantenerse tantas décadas en el estrellato, sin fracasos sonados y escogiendo proyectos y guiones con una astucia destacable. Después, claro, está todo el rollo ése de la cienciología y su gastronómico gusto por comerse placentas...

Mi puntuación en IMDb:8.

Ficha en IMDb

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