Conan, en su versión 2011, repite muchos aspectos argumentales de la anterior peli; es más moderna visualmente, como era de esperar, con alguna escena espectacular y unos efectos visuales majos; presenta un reparto atractivo e interesante, desde su protagonista hasta esa pareja de villanos carismática y sádica. La pregunta, por tanto, es :¿gustará a los jóvenes de hoy tanto como nos gustó en su día aquella estupenda adaptación protagonizada por Schwarzenegger? Difícil respuesta.
Yo no me he aburrido, debido a que nada chirría en exceso. De hecho, le encuentro a este Conan unas cuantas virtudes, como las que comentaba en el primer párrafo. Me interesa la historia, una más de venganza despojada de cualquier pretensión de profundidad y trascendencia, algo perfecto al tratarse de una peli del musculado héroe, en la mejor tradición del libreto escrito por John Milius y Oliver Stone en 1982, simple pero contundente, violenta y hasta rompedora en algún aspecto. Me encanta el reparto, no por Jason Momoa, que no está mal aunque tampoco todo lo bien que hubiese estado mi candidato, The Rock, sino por lo bien rodeado que aparece, con Ron Perlman (imprescindible ya en el imaginario friki colectivo gracias a sus últimos papeles en el cine de género) y los malos Rose McGowan y Stephen Lang. Y de propina, tenemos un diseño de producción magnífico, con escenas y encuadres que nos trasladan a esa era bárbara en la que se desarrollan las aventuras del sujeto.
Pero la de John Milius me gusta más, aunque me resulte difícil explicar la razón. Más allá de que Marcus Nispel es un director impersonal y del montón, me temo que los tiros pueden ir por la nostalgia, o puede que no...Lo cierto es que aquella peli antigua, aún hoy, tiene alma, supura encanto, algo que no ocurre con otros éxitos ochenteros que no han aguantado la prueba definitiva del paso del tiempo. Esta nueva no nos da eso, al menos a mi. Y no sé si se lo dará a los quinceañeros que desconocen la otra versión, y que están yendo al cine vírgenes de cualquier precedente. Me temo que no.
Quiero pensar que el principal problema es lo redundante que puede resultar un Conan facturado en estos tiempos de épica recurrente, de bárbaros a tutiplén en el cine, en las series y en los videojuegos, lo que se agrava todavía más si su nueva adaptación sigue la estética y el estilo de los 300 de Zack Snyder. Dicho de otro modo, la propuesta actual ha de pasar obligatoriamente más desapercibida que la de 1982, porque aquélla era una época menos congestionada de esa audacia visual que hoy se nos trata de mostrar.
No nos engañemos. Ningún chaval de hoy puede asombrarse con este nuevo cimerio, porque casi todo se lo ha encontrado ya antes en su play, o en alguna peli anterior. Eso no implica, claro, que no pase un buen rato. Pero lejos queda la contundencia de un John Milius que sabía como nadie rellenar el vacío del cine en cuanto a espada, brujería, ostias, magia y personajes tan inolvidables como los que encarnaban James Earl Jones o Max von Sydow. Arnold hacía de Arnold, de Conan, y ahí no hacía falta supervisión.
Esta nueva peli nos confirma varias cosas: que cada vez es más difícil sorprender teniendo en cuenta la variedad de formatos de ficción con los qe contamos en la actualidad; que el tal Marcus Nispel es incapaz de ofrecer algo más que estos remakes tan impersonales como son los de La matanza de Texas, Viernes 13 y, ahora, Conan. Y además, que el 3D sigue siendo un engañabobos con el que pocas veces timarán a este bloguero cinéfilo, si acaso con Avatar 2 y poco más...
Conan el Bárbaro, en su versión 2011, no es una buena película, aunque entre los pinguinos esos de Jim Carrey, Pitufos y demás chorradas veraniegas, parezca Ciudadano Kane. Un ratillo ameno se pasa. Pero pierde en la comparación con su precedente.
Mi puntuación en IMDb:6.
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