Efectivamente, entre Harry Potter, Piratas, Transformers y demás blockbusters tenemos una pequeña peli basada en un hecho real, la historia de una mujer que dedica buena parte de su vida a sacar a su hermano de la cárcel, acusado de un asesinato que parece no haber cometido. Estamos ante una historia muy cinematográfica, un tour de force para una mujer susceptible de bañarse en emoción, en épica y en lágrimas, cuando es un gran estudio el que se encarga de llevarla al cine. Goldwyn ha prescindido de todo eso, para contarnos el drama de esta familia de forma descarnada, con unos intérpretes a los que apenas maquilla y un estilo sobrio, quizás demasiado. Puede que en el equilibio, como en tantas otras ocasiones en el cine y en la vida, hubiese estado la virtud.
Hollywood hubiese hecho una peli carne de Oscar, ya que la historia de Betty Anne Waters así lo permitía. Y con ese mismo reparto que los responsables de esta cinta reclutaron. A la peli que finalmente hemos visto le falta una pizca de emoción, la que la major de turno hubiese inyectado en dosis mayúsculas. A cambio, disfrutamos de un drama sin aditivos, de unas interpretaciones estupendas y de un resultado global muy satisfactorio.
Lo que sí lamento es el problema de guión que indudablemente presenta. El libreto de Pamela Gray pasa de puntillas por asuntos importantes, como la relación entre el acusado y la asesinada, o la verdadera implicación del sujeto en el homicidio. Se prefiere una ambiguedad que en mi opinión resta interés a la película, y hace que la trama se despache de manera acelerada hasta el conocido happy end.
Pero esos problemas no impiden que disfrutemos de una buena película. En el reparto encontramos un buen motivo. Hilary Swank sigue siendo una de las chicas más competentes del cine actual, y Sam Rockwell, Minnie Driver y, sobre todo, Melissa Leo, redondean el excelente plantel. La presencia de ésta última, y la puesta en escena y estilo, nos remiten en determinados momentos a The Fighter, como muestras, ambas, de un cine casi dogma en el que prevalecen la historia, la interpretación y la ausencia de glamour. En ese sentido, Juliette Lewis es el claro ejemplo, en un personaje desagradable que bien podría ser prima hermana del que encarnaba Christian Bale en la peli de David O. Russell.
El gran acierto de Tony Goldwyn es el intenso ritmo que imprime en la narración. A costa, como decía antes, de cierta verosimilitud, de privarnos de información, sobre todo en lo referente al personaje de Sam Rockwell. Pero gracias a eso vemos la peli sin pestañear, ago que, curiosamente, no me ha ocurrido con alguna de las compañeras de cartelera que por pretensiones y tipo de peli podría esperar.
El cine casi indie le ha robado a Hollywood una historia interesante, un tipo de drama que siempre da juego en los grandes estudios. Las tramas sobre acusados inocentes, sobre los caminos imposibles que buscan un épico objetivo siempre han sido bien recibidas en los despachos de los encorbatados ejecutivos. Pero Betty Anne Waters ha preferido presentarse en el cine con otros ropajes, más humildes.
Mi puntuación en IMDb:7.
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