Tontos no son éstos del cine americano, y si se trata de adaptar todo lo adaptable, también de vez en cuando les tocará coger algo bueno. En este caso se trata de una peli israeí que, por supuesto, nadie ha visto, pero que, teniendo en cuenta el resultado del remake, me da que es una pequeña joya. Esta versión americana lo es. Más grande en cuanto a pretensiones que el original, como se podía preveer, La deuda recoge lo mejor de ese cine sobrio británico, característica que surge de su director John Madden, y se da el gusto además de mantener durante todo el metraje una atmósfera inquietante que sólo el mejor cine americano es capaz de lograr.
Suele pasar. Cuando hay una buena historia y un buen cineasta, surge una peli estupenda. La deuda podría haber sido firmada por John Frankenheimer, por Sidney Lumet o por Alan J.Pakula, porque recuerda a ese cine excelente de los 70. Pero la ha dirigido un inglés, que ya lo había bordado en Shakespeare in love, una ganadora del Óscar que tumbó en su día a Salvar al Soldado Ryan y que parece haber sido olvidada. Por cierto, esa peli estaba producida por Miramax, por los polémicos hermanos Weinstein a quienes algún día habrá que agradecerles el haber producido tantas obras buenas. También ellos han puesto pasta para que La deuda se hiciera. Otra más.
No hay fisuras en la película. Se nos cuenta otra historia de venganza contra el nazismo, de búsqueda de justicia. El cine ha bebido siempre del holocausto, de sus consecuencias sobre quienes lo sufrieron y sobre quienen lo provocaron. Lo bueno es que John Madden nos ofrece una trama repleta de novedades estilísticas. Sorprendentemente, un Matthew Vaughn ya instalado en el sistema es el responsable del guión, poniendo en manos de Madden un caramelito que éste digiere con gusto.
Spielberg se cruza una vez más en su camino. Porque La deuda recuerda a Munich, la estupenda peli que narraba lo acontecido tras el atentado palestino contra los deportistas israelíes en 1972. Las dos presentan ese tono recio, sobrio, al que acompaña una irrespirable atmósfera de suspense e inquietud. Da igual que los enemigos de los judíos sean los palestinos o los nazis. En las dos pelis se nos inserta de lleno en la condición judía, en el rictus de sufrimiento de unos agentes del Mosad que luchan por algo más que una obligación laboral y un sueldo. Como Eric Bana en Munich, Sam Worthington ha nacido para superar la tragedia que su condición de judío le ha llevado a vivir. Es el mismo personaje, en dos historias apasionantes, en dos películas buenísimas.
Lo que Madden y Vaughn aportan son flasbacks, sorpresas y giros de guión inteligentes y eficaces. Y, en el caso del primero, una dirección de actores magistral. No era difícil, porque los veteranos Helen Mirren y Tom Wilkinson serían capaces de ofrecer este nivel aunque les dirigiese yo. Más mérito tiene en el caso de Jessica Chastain y un Worthington que probablemente estaría deseando participar en una buena peli sin pantallas azules y monstruos varios.
Se podría alabar el diseño de producción, la fotografía o el montaje. Y entonces estaríamos afirmando que La deuda es una redonda película de intriga en la que no falla nada. No es una obra maestra porque cuenta algo que ya ha sido contado muchas veces. Lo verdaderamente bueno es la manera en la que lo hace, la sensación que transmite de estar ante ese cine que te atrapa en la butaca.
Id a verla, porque creo que le queda poco recorrido en las salas. Tras los blockbusters veraniegos, mola que una peli así se haya hecho un hueco en una cartelera que no ofrece en la actualidad nada destacable. En pocos días espero hablar de Intruders, la peli de Fresnadillo que ha aterrizado con fuerza. Yo, antes que ésta, recomiendo, sin duda, ver La deuda, que para mi es ya una de las mejores pelis de 2011.
Mi puntuación en IMDb:8.
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