Todo comenzó allá por 1982, cuando una madre llevó al cine a su hijo de 6 años por primera vez. En uno de aquellos cines de antes, de pantalla enorme, se proyectaba E.T., y, desde aquel día, aquel niño descubrió una indescriptible necesidad por repetir la experiencia, una y otra vez...

miércoles, 13 de enero de 2016

El desafío






Uno de los mejores documentales que he visto en mi vida es Man on wire, que ganó el Oscar en 2009 y sobre el que yo hice una reseña en mi anterior blog, que podéis leer aquí. Nos contaba la misma historia que ahora nos cuenta Robert Zemeckis en El desafío, la locura de Philippe Petit, funambulista, cuando paseó por un alambre situado entre las Torres Gemelas. No es de extrañar que Hollywood echara el lazo sobre la peripecia, porque, como muy bien se contaba en aquel documental, aquella aventura fue épica, emocionante e irrepetible. Y Zemeckis lo ha hecho bien. Cómo me gusta el cine de Robert Zemeckis…
 


 

Quizás sea justo reivindicar la obra de un cineasta que este año ha recibido multitud de elogios justo cuando se llegó a la fecha en la que Marty y Doc, los protagonistas de Regreso al futuro, viajaban en el tiempo. El pasado 21 de octubre de 2015 las redes sociales se llenaban de homenajes a la mítica película, pero su director no era excesivamente aclamado. Y conviene recordar que la filmografía de Robert Zemeckis está repleta de películas estupendas, más allá de esa trilogía que yo también amo con locura (ahí está el nombre de mi blog para demostrarlo...)

En mi opinión, lo mejor de Zemeckis es que no se repite. Es un director enormemente comercial, uno de esos que tanto nos hizo disfrutar en los 80 y 90 con su cine descarado, optimista, brillante, divertido y original, con una variedad de historias admirable. Y que a partir del año 2000 mostró especial interés en uno de los temas más universales: la soledad.

Es cierto que ya anteriormente había abordado el asunto: los personajes de Jodie Foster en Contact y de Tom Hanks en Forrest Gump nos ofrecían, sin duda, una versión de ese sentimiento, el de dos caracteres distintos, muy especiales y, quizás por ello, solitarios. Y con el nuevo siglo, Zemeckis continuó hablando de soledad: obligada, repentina y traumática, como en Náufrago, merecida y dickensiana como la del Mr.Scrooge de su animada versión de Cuento de Navidad o autodestructiva como la del personaje de Denzel Washington en El vuelo.

Que el Pilippe Petit de aquellos años 70 era también un solitario no admite discusión. Y, por supuesto, El desafío habla también de soledad, la de un genio que, aunque acompañado, se sabía sólo porque nadie podía en el fondo seguir su camino de genial locura. Puede que éste sea el personaje más solitario de la filmografía de Zemeckis. Al principio, un hombre y su sueño, después, un hombre y su alambre…

El desafío contiene muchas de las virtudes recurrentes en la obra de su director. Es épica, entretenida, deliciosa y emocionante, y todas esas características se anteponen al virtuosismo técnico y visual, que se pone de manifiesto, como no podía ser de otra forma, en el paseo entre las Torres. Zemeckis, acostumbrado a trabajar con efectos especiales, nunca se olvida de otras emociones que sabe que el cine puede provocar, a través de sus historias y sus personajes. En ese sentido, el trabajo de Joseph Gordon-Levitt es admirable, componiendo un personaje tierno, capaz de transmitir emociones, deslumbrante desde esa aparición inicial dirigiéndose al espectador desde lo alto de la Estatua de la Libertad, en un acertado recurso narrativo que define desde el principio al personaje.

Como en otras ocasiones, el cine es capaz de atraparte aunque te conozcas el desenlace de la historia. Gracias a cineastas y guionistas, disfrutamos con Titanic aunque sabemos que se hundirá, con Valkyria aunque sabemos que Hitler no murió y con El desafío aunque sabemos que el gran Philippe no se cayó del alambre. La historia es tan buena que se disfruta de principio a fin, desde los primeros escarceos del protagonista con la soledad hasta la culminación del sentimiento a más de cuatrocientos metros de altura.

Allí arriba, los magos de los efectos visuales hacen que sintamos casi lo mismo que el caminante, un vértigo apabullante. Aunque bien pensado, quizás esa sensación es muy distinta de la que sentía nuestro hombre en aquella mañana de agosto. Viendo la hazaña en nuestra butaca, yo al menos me alegro de que esta maravillosa forma de contar historias que es el cine disponga de herramientas que nos permitan vivir experiencias así. Robert Zemeckis usa en ocasiones los efectos especiales no para mostrarnos cosas imposibles, sino para mostrarnos algo tan real como la ausencia de piernas del personaje de Gary Sinise en Forrest Gump o la majestuosidad de las Torres Gemelas.

En mi anterior entrada en el blog, sobre El puente de los espías, hablaba de los problemas que pueden tener gente como Spielberg o Zemeckis hoy en día para sacar adelante sus proyectos. Ojalá la cosa cambie, porque es difícil que los nuevos cineastas alcancen la capacidad de aquéllos para hacernos soñar.

Mi puntuación en IMDb:8.

http://www.imdb.com/title/tt3488710/?ref_=nm_flmg_prd_2

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