Todo comenzó allá por 1982, cuando una madre llevó al cine a su hijo de 6 años por primera vez. En uno de aquellos cines de antes, de pantalla enorme, se proyectaba E.T., y, desde aquel día, aquel niño descubrió una indescriptible necesidad por repetir la experiencia, una y otra vez...

miércoles, 9 de marzo de 2011

83ª edición de los Óscar


Tardé, pero la vi. Siempre ha sido mi noche favorita del año, ésa que esperas durante el día con expectación, luchando para que el sueño no te venza. Este año no he podido verla en directo, pero no podía faltar a mi cita, aunque fuese en diferido. Y, aunque he de reconocer que las crónicas que había leído no estaban desencaminadas, también quiero evitar el tremendismo, el fatalismo y desde luego, la consideración muy acentuada de que había sido una noche aburrida. No sé si mi opinión es consecuencia de quien ha crecido viendo estos premios con un cariño especial, pero yo, teniendo en cuenta que no contaba ya con el factor de la emoción y la sorpresa del directo, me lo he pasado muy bien viéndola. Os cuento mis impresiones...

La principal conclusión que yo al menos saco es que Hollywood, afortunadamente, sabe cuidar y apreciar su pasado como éste se merece. Y lo han hecho siempre, más allá de que pueda afirmarse que en los últimos años ha escaseado el gran cine y que tengan que tirar de nostalgia. Es algo muy presente y habitual en una sociedad que considera injusto que lo bien hecho caiga en el olvido. En la NBA, competeición que sigo con interés ya que el baloncesto es mi otra gran pasión, tipos como Bill Russell y otras grandes leyendas colaboran con la liga y obtienen el reconocimiento merecido por todo el país. Es su legado, y lo tienen siempre en cuenta, algo que por aquí deberíamos de aprender. Los ejemplos de esa consideración hacia el pasado han sido muchos, y al menos en mi caso, han ayudado a que la gala se hiciese mucho más amena.

Me gusta, por motivos obvios, que James Franco y Anne Hathaway accedan al escenario tras montarse en el DeLorean, como guinda a un excelente montaje con las diez pelis nominadas que incluía la presencia de los dos jóvenes presentadores. Regreso al futuro nunca figura entre las listas de las mejores películas de la historia del cine, pero lejos de ser ninguneada, es escogida como guiño a un cine comercial y de calidad en el prólogo de la gala. Sombrerazo.

Me gusta que Tom Hanks se refiera a Lo que el viento se llevó a la hora de presentar los premios a la mejor dirección artística, que cuando aparecen en escena Cate Blanchett y Steven Spielberg suenen los acordes de El Señor de los Anillos y Parque Jurásico o que justo antes de que se presenten las bandas sonoras nominadas suenen clásicos como Star Wars, Doctor Zhivago o E.T. Y me encanta, claro, que el mismísimo Bob Hope entregue un premio, algo que sólo puede ocurrir en esta maravillosa fábrica de sueños. Hope lo hizo digitalizado, casi como Leia en aquel holograma en el que pedía ayuda a Luke y Obi-Wan. Por su parte, Kirk Douglas, aún vivito y con ganas de colear, levantó al personal de la butaca con su carisma y simpatía

Todo eso, y la puesta en escena, con esa majestuosa pantalla al fondo, me gustó. Otras cosas, no tanto. No me gustó la pareja formada por James Franco y Anne Hathaway, aunque justo es decir que ella ha salido bastante mejor parada que él, repulsivo toda la noche con esa sonrisa empalagosa. Y en nada les ayudó la presencia de Billy Cristal (¿también él aquejado de la plaga del bótox...?), responsable de las mejores galas de las últimas décadas, y cuyo trabajo como conductor de la ceremonia no ha sido todavía superado.

No me gustó la previsibilidad, y determinados discursos de los premiados, interminables...Y, por supuesto, no me gustaron nada esos niños coristas del final. Por no hablar de la censura a Melissa Leo en su agradecimiento, y a Javier Bardem y a Josh Brolin que se dieron un beso que las cámaras no recogieron. Estos yankis...

Berlanga fue ignorado en la lista de fallecidos, que sin embrago sí incluyó a cineastas europeos como Monicelli o Chabrol. Y algo más de protagonimo hubiesen merecido Coppola y, sobre todo, Eli Wallach, víctimas de que el premio honorífico se conceda ahora en una gala aparte.

Pero yo me quedo con lo bueno, y a mi la gala me ha dejado un sabor de boca más dulce que agrio. Ya, a título personal, que gentes como Rick Baker o Randy Newman recojan un Óscar me satisface, por su condición de profesionales veteranos y de carrera ejemplar (veinte nominaciones y dos premios atesora Newman...). Y, he de reconocer que yo hubiese votado en las categorías principales a quienes finalmente resultaron ganadores, aunque me disguste que Toy Story 3 fuese nominada sin concederle una mínima oportunidad, simplemente por el hecho de tratarse de una peli animada.

A mi también el glorioso pasado me persigue, y me gusta reivindicarlo. Mientras veía la gala, recordé aquellos momentos inolvidables, cuando era un adolescente y pernoctaba para seguir la gala, cuando Kevin Costner triunfó con Bailando con lobos, en la última gala emitida por TVE; cuando El silencio de los corderos se llevó todos los gordos en una retransmisión de Antena3 animada por Carlos Pumares, justo antes del desembarco de Canal +. Aquellas fueron noches de cine, y espero que haya más...


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