Todo comenzó allá por 1982, cuando una madre llevó al cine a su hijo de 6 años por primera vez. En uno de aquellos cines de antes, de pantalla enorme, se proyectaba E.T., y, desde aquel día, aquel niño descubrió una indescriptible necesidad por repetir la experiencia, una y otra vez...

lunes, 21 de marzo de 2011

Torrente 4: Lethal Crisis

Como las tres anteriores, Torrente 4 es absolutamente honesta en cuanto a estilo, contenido y desarrollo. No tanto si hablamos de otro aspecto al que luego me referiré. Pero es evidente que podría estar escribiendo esto sin haber visto la película. Podría hablar de la zafiedad, la escatología, el repertorio de cameos populares y demás señas de identidad sin haber pasado por taquilla. En ese sentido, a nadie puede defraudar este cuarto Torrente, si damos por hecho que un altísimo porcentaje de espectadores de ésta lo ha sido antes de las otras tres. Hay más virtudes en la manera que tiene Santiago Segura de vender el muñeco, que en el propio muñeco, algo que, como dije en una entrada hace unos días, también es de alabar. Sobre la peli, que sí he visto, y sobre más cosas relacionadas con la peli me toca hablar hoy.




Yo me he reído, desde luego más que en la tercera aunque menos que en las dos primeras. La sensación que uno tiene tras haber visto la cuarta es, claro, muy semejante a lo ocurrido antes. Nada nuevo nos ofrece Segura, poseedor de una vis cómica impresionante, y responsable del que es, probablemente, el personaje más importante de la historia de nuestro cine, si nos atenemos a la trascendencia del mismo y a la repercusión que tiene sobre la industria. A mi, sin duda, me gusta más Torrente (y el propio Segura), que las pelis que protagoniza. A mucha gente, no, de lo que me alegro.

Me encanta que una película española sea estrenada en 600 salas, que los medios hablen de ella a la hora de citar a las más taquilleras del año o en el fin de semana de su estreno. Porque, sorprendentemente, lo que ha hecho Santiago Segura es lograr que el cine español cuente con una saga, ese término sólo al alcance del cine norteamericano. Tenemos una saga, una cita cada cierto tiempo con películas que desbordan previsiones, que llevan a millones de espectadores al cine, a gente que no va al cine, pero que sí va a ver Torrente, como otros van a ver Harry Potter, aunque después vayan sólo un par de veces más al cine al año. Segura aumenta esa temida cuota de cine español, gracias a su inteligencia, a su comicidad, y, sobre todo, a unas dotes como vendedor que le podrían haber reportado cuantiosos ingresos si en vez de actor y director se hubiese dedicado a labores comerciales en cualquier empresa.

Dicho esto, Torrente 4 me parece una mierda de peli. Y eso es algo que ya sabía, porque, como sostenía más arriba, es una peli honesta como pocas, que da lo que promete, o sea, algo que a mi me interesa más bien poco. Claro que me he reído con el monólogo frente a la estatua de El Fary, o con algún chiste puntual, o, en ocasiones, con solo tener en pantalla a ese esperpento de personaje. Lo mismo me pasaba con aquel cine, tan necesario como éste, de los 70 y 80, cuando Pajares, Esteso y Ozores pululaban entre chicas desnudas y situaciones grotescas. Eso gustaba, como esto ahora, aunque a mi no tanto.

La inteligencia del sujeto se demuestra ya no sólo en el márketing, sino en saber mostrar al público esos motivos por los que un amplísimo espectro de público puede interesarse en la película. Si esos rostros acaparan audiencias en televisión, el interés ha de continuar necesariamente en la gran pantalla, y yo al menos he tenido la sensación de que el cameo por minuto de peli era mayor que nunca (hasta alguno parece haberse quedado fuera al final  porque yo al menos no he visto a Enrique Cerezo por ninguna parte, aunque sí aparece en el listado final de los créditos).

En una película, por tanto, en la que no hay historia, en la que sólo un personaje resulta interesante, sería difícil hablar más bien que mal de su responsable. Yo lo haría, como lo hice con motivo de las tres cintas anteriores, de no ser por un aspecto novedoso presente en esta cuarta. Corro el riesgo de meter la pata, ya que he visto la película en 2D, pero teniendo en cuenta que en sólo tres escenas (o mejor, momentos), parece haber motivos para usar las gafas (en dos vomitonas de Torrente y en un tapacubos que salta a la pantalla), me parece lamentable ese engaño urdido para que el espectador pague tres euros más. Si me pareció mal en su día con aquello de Airbender, también me parece ahora, por muy bien que me caiga Segura, un tipo, que, por otra parte sólo había vendido honestidad desde el primer Torrente. Puede que ahora alguien que la haya visto en 3D me haga rectificar, y me diga que hay más planos tridimensionales y que se nota el uso de las cámaras patentadas por Cameron en Avatar. Eso fue lo que se nos vendió, y me da, insisto, que nos han engañado.

Y no hay mucho más que decir. Ojalá arrase la taquilla, ojalá haya una quinta y una sexta, y ojalá haya mas pelis españolas que compitan con las norteamericanas. Y ojalá que sus responsables aprendan las técnicas de promoción de Santiago Segura. Y, por supuesto, ojalá que esas pelis sean buenas.

Mi puntuación en IMDb:4.

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