Todo comenzó allá por 1982, cuando una madre llevó al cine a su hijo de 6 años por primera vez. En uno de aquellos cines de antes, de pantalla enorme, se proyectaba E.T., y, desde aquel día, aquel niño descubrió una indescriptible necesidad por repetir la experiencia, una y otra vez...

lunes, 4 de abril de 2011

Elizabeth Taylor (1932-2011)

Tras un inevitable parón, retomo la actividad con la primera de tres necrológicas que quedaron pendientes durante estos días. Han sido tres personalidades radicalmente distintas, pero fundamentales en mi sustento cinematográfico. De los otros dos hablaré en breve, quizás en unas horas. De momento, subo al blog mi particular homenaje a una de las últimas estrellas del Hollywood dorado, quizás con Lauren Bacall, la única actriz rutilante de aquella época que aún vivía, aunque justo es recordar a las hermanas Joan Fontaine y Olivia de Havilland, aún con nosotros, pero menos estrellas. Se nos ha muerto Liz Taylor. Yo la descubrí así...




En la portada del blog, se cuenta que, teniendo seis años, fuí por primera vez al cine. Era un cine de los de antes, grande, con un patio de butacas enorme y una pantalla majestuosa, cubierta por un telón que escondía historias repletas de sueños justo antes de alzarse y ser proyectadas. Aquel cine ya no existe, porque hace años que las multisalas acaparan la exhibición de películas. Pero aún hoy, cuando paso por el lugar en donde estaba, y que ahora ocupa una amplia cafetería (inmensa, ya que se aprovechó del gran local que acogía al cine), mi memoria me lleva a unos años inolvidables, a grandes estrenos y a nervios por la expectación.

Aquel cine tenía un amplio receptáculo, en donde estaba la taquilla y que estaba maravillosamente decorado con pósters gigantescos de películas clásicas en las paredes, junto a los entrañables fotogramas de los próximos estrenos. Uno de los que ocupaban una parte importante de la pared era de la película La gata sobre el tejado de zinc, en donde los nombres de Paul Newman y Elizabeth Taylor destacaban.

Yo, que acudí a aquel cine por vez primera siendo un renacuajo de seis añitos, contemplé aquellos pósters en numerosas ocasiones, ya que mi asistencia al cine era, como hoy, habitual. Y vi muchísimas pelis antes de ver La gata sobre el tejado de zinc, que vi por primera vez con once años, si no recuerdo mal. La vi en un pase televisivo, expectante por poder ver esa peli cuyo cartel adornaba la pared de mi cine favorito, pero, como es lógico, no la disfruté plenamente. Por temática, tipo de peli y edad, no estaba yo preparado para valorarla como se merece, pero sí recordé siempre la intensidad y el carisma de la pareja protagonista, Newman y Taylor, guapos, descarnados, y, por supuesto, de la imponente presencia del secundario Burl Ives. La pareja protagonista me sedujo, a pesar de que muchos aspectos de la trama no estaban a mi alcance. Más tarde, años después, volví a verla, y aprecié ese duelo interpretativo además de comprender todo lo que la película quería contar.

Con motivo de la muerte de Elizabeth Taylor me ha sorprendido la poca relevancia que se la ha dado a La gata sobre el tejado de zinc. Fue la Taylor una estrella absoluta, que completó una filmografía repleta de títulos inolvidables y maravillosos. Pero yo al menos considero que su mejor interpretación fue aquella en la que se desesperaba por compartir su vida con un marido que no la satisfacía plenamente, en una historia repleta de cosas sutílmente contadas, magníficamente dirigida por el competente Richard Brooks.

Después la vi en De repente, el último verano, Cleopatra, Gigante, Ivanhoe o La última vez que vi París. También me resultó curiosa su participación en un título menor, El espejo roto, que vi por mi predilección por las adaptaciones de Agatha Christie. Y finalmente se embarcó en Los Picapiedra, última aportación de su presencia y oropel en el cine. Dejo para el final su papel en una película muy bien considerada por la crítica, ¿Quién teme a Virgina Woolf?, por la que logró su segundo Óscar (el primero lo había conseguido por su papel en Una mujer marcada), y que a mi nunca me convenció, ni su registro, ni el de Richard Burton, ni la peli en general.

Y después está todo lo de sus maridos, sus declaraciones, sus divorcios y su amistad con Michael Jackson. Todo eso a mi siempre me interesó menos, y puede que por eso no aprecie tanto ese papel de Martha en ¿Quién teme a Virginia Woolf?, demasiado cercano a su realidad con Richard Burton, con quien mantuvo una relación casi perenne y tormentosa.

Se nos ha ido, y, como ocurre siempre con los actores y actrices, nos quedan sus películas. Yo, en cuanto termine esta entrada, me subiré al DeLorean y retrocederé hasta los años 80, cuando un niño loco por el cine se quedaba embobado viendo los pósters que había en las paredes de su cine favorito. Allí estaba Elizabeth Taylor, en La gata sobre el tejado de zinc...

Descanse en paz.

Ficha en IMDb

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