Todo comenzó allá por 1982, cuando una madre llevó al cine a su hijo de 6 años por primera vez. En uno de aquellos cines de antes, de pantalla enorme, se proyectaba E.T., y, desde aquel día, aquel niño descubrió una indescriptible necesidad por repetir la experiencia, una y otra vez...

miércoles, 18 de mayo de 2011

El Ala Oeste de la Casablanca (6ª y 7ª temporadas, y balance final...)

Cuando este blog se alojaba en la otra dirección, las entradas que puntualmente subía sobre las temporadas de El Ala Oeste de la Casablanca estaban entre las menos leídas. Y era lógico. No estamos ante una serie de excesivo tirón poular, sino ante un ejercicio de ficción-documental que, sencillamente, nos abre las puertas del despacho en donde se toman algunas de las decisiones más trascendentes para nuestro mundo. Este aspecto podría servir para vender un producto mucho más accesible al gran público, ya que loa americanos son expertos en ofrecer algo así en un envase de lujo. Pero aquí las intenciones eran otras, afortunadamente. Con estas dos últimas temporadas que hoy comento, se despidió una increíble serie de televisión. Puede que la mejor que yo haya visto nunca...

No hace mucho tiempo, cuando estaba viendo la quinta temporada de la serie, un periodista cinematográfico horrendo, de esos cuyas opiniones conoces porque trabaja en algún medio que sigues, no por el interés de sus opiniones, escribía que El Ala Oeste de la Casablanca era la mejor serie de televisión de la historia. Yo tenía mis dudas en aquel momento, pero el excelso nivel de estas temporadas sexta y séptima me ha hecho reconocer el acierto de aquel desastrosos periodista con aquella opinión. Puede que fuese lo más certero que el tipo nunca dijo, pero lo cierto es que sí, que el gran Aaron Sorkin fue capaz de poner las bases para que ésta terminase por ser, en mi opinión (tampoco mucho más solvente que la del plumilla del que hablaba), la mejor serie de siempre. No la más vista, por supuesto, pero con un nivel de calidad que ya quisieran todas esas alabadas series de HBO.

Claro que no está hecha para todo tipo de público. No estoy diciendo algo que no dijese en su día cada vez que analizaba las anteriores temporadas. Pero como hoy me toca hacer, además, balance final, he de reincidir en estos comentarios. El Ala Oeste de la Casablanca es una historia sobre la política norteamericana, sobre el día a día en una administración que trata de gestionar a a todo un país...y a todo un planeta. Y, aunque estas dos últimas entregas hayan alternado la acción en el Despacho Oval con lo que ocurría en unas primarias demócratas primero, y en unas elecciones después, la figura de Josiah Bartlett ha seguido marcando la pauta. Martin Sheen ha cedido protagonismo pero no ha disminuído ni un poquito su imponente presencia como Comandante en Jefe.

La sexta temporada comenzó con un desafío importante para el Presidente. Se antojaba como el único capaz de alcanzar la paz en Oriente Medio. Fueron episodios intensos, el fiel reflejo de la triste y duradera realidad. Pero otro suceso se llevó buena parte del interés. Un personaje importante en la serie, y para quien esto escribe uno de los mejores personajes de la historia de la ficción televisiva, veía peligrar su vida por un grave problema de salud. Leo, el fiel escudero del Presidente, sufría un infarto. Pero tristemente la realidad terminó por superar a la ficción. El gran John Spencer nos dejó durante la emisión de la séptima temporada, y su recuerdo marcó el desenlace de la serie. Los guionistas adaptaron la trama al luctuoso suceso, y el propio Martin Sheen se despidió de él en su nombre y en el de todos us compañeros, en un emotivo prólogo de uno de los episodios de esa séptima temporada. Sirva esta entrada de este blog para rendir mi particular homenaje a Leo McGarry, al gran actor John Spencer.

Pronto la acción de la sexta se trasladó a las primarias en el partido demócrata. El Presidente Bartlett llegaba al octavo año de su mandato, y, como es sabido allí a los ocho años, hay relevo. El encargado de sustituír al carismático Presidente demócrata sería un latino, el congresista Matthew Santos, encarnado por el muy televisivo Jimmy Smits. Frente a él, como aspirante republicano, otro personaje extraordinario interpretado por un actor aún más extraordinario, el senador Arnold Vinick, o sea, Alan Alda.
La carrera por la presidencia fue apasionante, y nos dejó episodios míticos, inolvidables, como el oportunamente titulado El Debate. Asistimos a una dura pugna entre dos candidatos excelentes, dos auténticos centristas, dos caballeros que se debatían entre ideas, propuestas, practicando y dando lecciones de política de altísimo nivel. Quedaba claro que, ganase quien ganase, el Presidente Bartlett tendría un sustituto de garantías.

Y así trancurrió la última temporada. Tuvimos menos Bartlett, pero la campaña fue espectacular, apasionante. Si en la sexta aprendimos los secretos de unas primarias, en la séptima nos dieron una lección sobre campañas electorales, sólo comparable al que ofrecía el excelente documental By the people, The election of Barack Obama. Ya no estaba Aaron Sorkin (a quien todo el mundo admira ahora por su guión de La red social pero que hubiese merecido más alabanzas cuando El Ala Oeste estaba en antena...) pero el nivel se mantuvo, y, en algún aspecto, se aumentó.

Mientras veía el último capítulo, magnífico, una sensación de tristeza me invadió. Es algo que me ocurre con frecuencia, cuando veo la última peli de una saga o el último episodio de una serie. Me ocurre cuando cojo cariño a unos personajes, cuando se despiden de mi y les tengoenfrente, en una pantalla de cine o de televisión. me ocurrió, para que os hagáis una idea, cuando estaba en el cine asistiendo a los últimos minutos de metraje de El Retorno del Rey. Y el otro día, cuando Matt Santos tomaba posesión, con Arnold Vinick como Secretario de Estado (que aprendan aquí a formar gobierons bipartidistas...), la nostalgia y la melancolía surgieron.

Es, en mi opinión, la mejor serie de televisión de la historia. Pocos de los pocos lectores que tiene este blog habrán llegado hasta aquí, hasta este último párrafo. Quien lo haya hecho, espero que le haya servido para decidirse a dar una oportunidad a esta magnífica serie. Nunca olvidaré a Josiah Jed Bartlett y a sus colaboradores. Durante siete temporadas pude entrar en la Casablanca, en el Despacho Oval.

Gracias Aaron Sorkin...



Ficha en IMDb

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