Todo comenzó allá por 1982, cuando una madre llevó al cine a su hijo de 6 años por primera vez. En uno de aquellos cines de antes, de pantalla enorme, se proyectaba E.T., y, desde aquel día, aquel niño descubrió una indescriptible necesidad por repetir la experiencia, una y otra vez...

jueves, 6 de enero de 2011

Pete Postlethwaite (1946-2011)

No es cierto que todos los secundarios feúchos sean grandes actores. Estoy convencido de que en muchas ocasiones, determinadas presencias en las películas responden a razones de cásting, perfiles físicos y necesidades que van más allá de la demanda de talento, aunque después, pasados los años, esas presencias sean recurrentes. Pero Pete Postlethwaite era buenísimo. Y era, además, uno de esos rostros que siempre se necesitan para que las estrellas luzcan más, para que el oropel se lo lleven otros. Para que Daniel Day-Lewis esté inmenso, o Ralph Fiennes o tantos otros...Era, en definitiva, un secundario de un talento infinito...



En esta primera necrológica del año, y de la nueva andadura del blog, ha tocado despedirnos de uno de los mejores actores que poblaban el panorama cinematográfico. Era Postllethwaite capaz de ajustar las dosis de talento que ponía al servicio de cada película en la que salía, para asombrar y para no acaparar más de lo debido. Así lo hizo en multitud de ocasiones, en las que, siempre a la sombre del protagonista de turno, contribuía decisivamente para que la película alcanzase un nivel superior al que hubiese logrado en su ausencia.

Supongo que En el nombre del padre es el ejemplo más claro. Con la película de Jim Sheridan logró Postlethwaite el status merecido, el de actor enorme, talentoso, el de secundario reclamado por toda producción de Hollywood que pretendiese ir un poco más allá de las inevitables y legítimas ambiciones económicas. Si se quqría impregnar a una película de un marchamo de qualité, él era una elección acertada.

Aquel papel de Giuseppe Conlon nos descubrió a un tipo capaz de expresar los sentimientos más descarnados con una mirada, con un simple movimiento o arqueo de cejas. Era un preso injustamente encerrado, un padre desesperado porque la desgracia y la injusticia se cebaba también con su hijo. Un hijo, precisamente encarnado por un Daniel Day-Lewis que nunca hubiese estado tan bien de no haber contado con un compañero como Pete Postlethwaite.

Algo parecido, en términos artísticos, ocurrió con El Último Mohicano, Sospechosos Habituales, Atando cabos o El Jardinero Fiel, películas estupendas, en gran medida gracias a su presencia.

Y fue capaz, además, de hacer lo que todos los buenos actores deben de hacer: llenarse los bolsillos. Me encantó verle en cosas como Alien3, Dark Water, La Profecía o, por supuesto, El Mundo Perdido; Jurassic Park, una secuela que yo esperé con ansiedad indescriptible y que, como a casi todo el mundo, terminó por decepcionarme. Pero ahí estaba él, aportando talento.

Se nos ha ido cuando el 2011 empezaba a asomar. Y nos deja su arrebatadora presencia en dos de las mejores películas de 2010, Origen y The Town, precisamente el tipo de cine en el que los espectadores más agradecimos su trabajo, obras comerciales, buenas y ambiciosas.

Se ha muerto un actor genial. Descanse en paz, Pete Postlethewaite...

Ficha

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