Las películas sobre exorcismos cargan con la pesada losa que supone el recuerdo de la precursora, aquella El Exorcista, que en 1973 conmovió, aterrorizó y gustó a crítica y público, hasta el punto de ser considerada casi unánimemente como la mejor película de terror de siempre. Es por eso que no han sido muchas las que desde entonces han vuelto sobre el tema desde una perspectiva similar, ya que nadie se imagina a otro poseído con rostro distinto al de Linda Blair. Las ha habido, pero pocas, y no han tenido éxito. El diablo sí ha estado presente en infinidad de títulos, pero bajo otro prisma, aunque tampoco maravillas como La Profecía o La Semilla del Diablo han sido superadas, por citar a las dos películas que han tratado el tema con solvencia apartándose de exorcismos y exorcistas. El Rito intenta volver a las posesiones, y, como sus predecesoras, se queda en el camino...
Mikael Hafstrom no era el cineasta idóneo para intentar desbancar a la peli de Willian Friedkin del olimpo del cine sobre exorcismos. El sueco se embarca en su cuarto trabajo en Hollywood tras haber rodado dos cintas convenionales como 1408 (nefasta adaptación de Stephen King) y Sin control (thriller entretenido con Jennifer Aniston y Clive Owen), y Shangai, un drama ambientado en la China de los años 40 que no he visto. Estamos, pues, ante un director impersonal, incapaz de ofrecer algo de estilo en productos manufacturados bajo el mismo patrón repetitivo imperante en las majors. En ese sentido, El Rito es una más, otra película olvidable incapaz de salirse de los cánones establecidos en el género y de ofrecer una mínima novedad.
Precisamente ahí radica lo peor. Estamos ante una película de terror, adscrita al subgénero de los exorcismos, que escupe tópicos desde el primer minuto. Asumiendo lo alto que estaba el listón, y que El Exorcista era una pequeña propuesta argumental y de personajes, resulta pesado asistir a otra sesión de voces distorsionadas, frases soeces y cuerpos retorcidos por culpa de un diablo que se ha apoderado de un cuerpo, mientras un par de curas muy dispuestos rezan y portan crucifijos para ahuyentar al mal.
Todo eso está en El Rito, con el inconveniente de que además apenás se detecta un mínimo derroche de medios. Y es que si se trataba de volver al "has visto lo que ha hecho la zorra de tu hija", al menos podían haber impregnado a la peli de más efectos, de más maquillaje, de efectos de la posesión más temibles, devastadores y llamativos. Hay una triste sensación de cutrerío que empeora todavía más el resultado.
Y después está Anthony Hopkins, uno de esos actores veteranos capaces de ganarse al público con cualquier trabajo. En esta película hace exactamente lo mismo que lo que hacía en la reciente versión de El Hombre Lobo: aportar presencia, carisma y talento en una producción mediocre. Hopkins, como DeNiro, Pacino o Ian McKellen pueden encandilar haciendo lo que quieran, aunque quizás sea justo reconocer que el bueno de DeNiro ha sobrepasado ya el límite de bodrios permitidos. Hopkins todavía no.
No hay mucho más que contar acerca de El Rito. Quizás convenga destacar la presencia de Colin O'Donoghue, el joven compañero de Hopkins, bastante correcto y con un físico que le podría haber hecho candidato al Superman de Zack Snyder, cuyo protagonista confirmado, Henry Cavill, no se separa mucho de ese perfil.
Por lo demás, El Rito es otra peli de terror flojita, olvidable y presa de tantos y tantos tópicos del género.
Mi puntuación en IMDb:5.
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