Ha sido un quiero y no puedo. Tras una primera temporada con más cosas malas que buenas, la segunda empezó como un tiro, con novedades importantes y una evidente intención de subsanar los errores. Terminada esta segunda, puede decirse que la cosa ha mejorado, aunque todavía se echan de menos ciertos aspectos. V, la antigua, la ochentera, es probablemente la serie más recordada para toda una generación, la mía, que aceptaba en su momento el cartón-piedra a cambio de virtudes destacables, como los personajes carismáticos y la iconografía inolvidable. Hoy, en este remake, todo eso se ha perdido y lo que supuestamente debería de haber mejorado, lo visual, no me ha terminado de convencer. Con todo, esta segunda temporada ha dejado cosas buenas...
Los errores son los de casi siempre en la mayor parte de productos de ficción, aunque es cierto que en las series de televisión se están cuidando al máximo en estos tiempos. Me refiero a la historia y a los personajes, caballos de batalla de los responsables de ganarse a los espectadores. No hay en la nueva V un solo personaje que seduzca, si exceptuamos a esa Anna que, sin llegar a la grandeza de su mami Diana (recuperada aquí para la causa), sí puede convencer como villana. Lo peor lo encontramos del lado de los buenos, esa Quinta Columna compuesta por una agente del FBI, un cura, un mercenario y un periodista. Son personajes rígidos, carentes de simpatía, sarcasmo, carisma e incluso de habilidades llamativas.
Y la historia ha sido poco interesante, una revisión poco afortunada de alguno de los aspectos presentes en la V original, con la niña mitad V-mitad humana, las intenciones de apareamiento y poco más. No eran los guiones de la antigua especialmente memorables, hasta puede que algunos capítulos tuviesen tramas infames, pero nunca los episodios te dejaban con la indiferencia que a mi me han provocado algunos de éstos.
La herencia ha tratado de ser recuperada en esta segunda temporada. Ya no sólo por la presencia de Jane Badler, retomando su mítico rol, sino por la inclusión de determinadas escenas que remiten a los 80, como los ratones devorados o la revelación de la naturaleza reptil de los Visitantes, oculta en la primera temporada y que aquí se muestra a golpe de CGI, sin llegar en ningún momento a provocar las entrañables sensaciones de antes. Puede que seamos ahora un poco mayores, y que nuestra capacidad de sorpresa se haya evaporado. No digo que no.
Es de agradecer también el abandono de aquel buenismo de la primera temporada. La segunda ha sido más dura, violenta y sangrienta, y al fin los extraterrestres han mostrado las crueles intenciones con las que sabíamos que habían llegado. Lo mejor de la V original era que todos conocíamos las manías depravadas de los lagartos, su falta de pudor a la hora de inflingir dolor y sufrimiento, y, admitámoslo, lo atractivo que resultaba el hecho de que los humanos les sirvieran de alimento.
Pero tampoco quiero destrozarla. La nueva V ha proporcionado, en estos diez episodios que componen la segunda temporada, buenos momentos, casi siempre protagonizados por Anna, la mala interpretada por Morena Baccarin, quizás el acierto más destacado de la nueva serie. Su maldad se ha ido incrementando a lo largo de la historia, siendo ella la gran beneficiada del cambio de rumbo del que hablaba antes. Finalmente, en otro intento por recuperar la gloria pasada, hemos podido ver a Marc Singer, encargado de interpretar al mítico Donovan en la V original, asumiendo un papel diferente que puede dar buenos momentos en la tercera temporada (que, por cierto, todavía no sé si está confirmada).
Tenía muchas ganas de que volvieran los lagartos, pero estas dos primeras temporadas me han defraudado, más la primera que la segunda. Si hay más, seguiré viéndola. Por Anna, por los 80, por Diana, y, en definitiva, porque tengo ganas de tener otra vez quince años.
Ficha en IMDb
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