Dos ideas me asaltaron tras ver The Fighter. En primer lugar, se constata que el cine de calidad, más que nunca, bebe de la realidad, de historias protagonizadas por gente real, cuyas andanzas sirven para que la industria se aleje un poco de adaptaciones comiqueras, remakes o traslaciones de series televisivas. 127 horas, The Fighter o El discurso del Rey así lo atestiguan. Y en segundo lugar, queda demostrado, por si no lo estaba ya, que el boxeo es el deporte cinematográfico por excelencia, si nos atenemos al número de películas extraordinarias que el séptimo arte ha engendrado, con presencia de los púgiles: Más dura será la caída, Rocky, Toro salvaje, The Boxer, Cinderella Man, Million Dollar Baby...y, ahora, The Fighter.
Y puede que esta segunda consideración sea perfectamente entendible. Esa puesta en escena, ese cuadrilátero que integra a dos luchadores en un deporte de pegar, protegerse, revolverse...encuentra en el cine a su mejor aliado, y sin duda al medio de expresión que más ha hecho por una disciplina no siempre considerada. En todas las películas citadas la épica, el espíritu de superación, quedan de manifiesto de mejor forma que en cualquier otro deporte. Y si se trata de una historia real, mucho mejor.
Claro que hay películas malas sobre boxeo (así a bote pronto, yo recuerdo aquella con Antonio Banderas y Woody Harrelson). Pero el porcentaje se inclina hacia películas soberbias, como lo es ésta de la que hoy hablo. David O'Russell es un director que logró cierta relevancia hace años con una película algo sobrevalorada: Tres Reyes, en la que Clooney, Wahlberg y Ice Cube buscaban fortuna como mercenarios en la primera Guerra del Golfo. Desde entonces, desde aquel lejano 1999, nada interesante ha aportado el cineasta. Uno de sus protectores en la industria, Mark Wahlberg, llevaba años tratando de llevar al cine la historia de Micky Mark y su hermano Dicky Eklund, uno boxeador en activo, el otro boxeador retirado. Y lo que ha hecho Wahlberg es proporcionar a Russell la oportunidad de que éste dirija una película notable, excelente, la mejor no ya en la carrera del propio director, sino una de las mejores de los últimos años.
El cineasta, listo él, se ha basado en los puntos fuertes que antes habían hecho grandes a esas películas sobre boxeo. Como en aquéllas, aunque quizás con más fueza, The Fighter es ante todo una película sobre unos personajes extraordinarios, inmersos en el mundo del boxeo. Más allá del ring, más allá de los épicos combates de turno, la cinta se hace grande por lo que sucede fuera, por las vidas de unos tipos que ya forman parte de la memoria cinéfila reciente. Y sostengo que aquí los personajes tienen aún más fuerza que en las otras películas comparables porque uno se queda con la sensación de que los duelos con los guantes le interesan más bien poco mientras se disfruta la película, teniendo en cuenta la solvencia de todo lo demás, lo impactante de los diálogos o de los hechos que acontecen.
The Fighter es una película de nombres propios, de grandes nombres. Antes de citar a los fundamentales, conviene tener en cuenta a los hermanos Weinstein, quienes con ésta y con El discurso del Rey vuelven a figurar como responsables del mejor cine del año. Justo es también destacar a Darren Aronofsky, productor ejecutivo y, sin duda, influencia decisiva en David O'Russell a la hora de filmar determinadas escenas, con esa cámara en el cogote, la misma que acompañaba a Mickey Rourke en El Luchador, con la que sin duda esta película comparte muchas cosas. El propio director ha de ser considerado, ya que muestra aptitudes que ni por asomo había demostrado anteriormente, mientras que a Mark wahlberg se le perdonan sus limitaciones como intérprete por el empeño puesto en sacar adelante una película extraordinaria. Y, por encima de todos ellos, se sitúa un Christian Bale enorme, grandioso, el auténtico relevo de Robert DeNiro a la hora de modificar su cuerpo, algo que aquí sí le merece la pena, no como en El Maquinista, viaje para el que no hubiese necesitado aquellas alforjas. Bale asombra, abruma por su capacidad para meterse en la piel de un personaje complicadísimo, por mucho que ahora esté de moda eso de que los papeles con minusvalías son más fáciles. Su Dicky Eklund podría haber sido pasto de la caricatura, si el trabajo del actor se hubiese antojado burlesco y excesivo. En manos de Bale se convierte en una lección magistral, que obliga a los académicos a premiarle con un Óscar más que merecido.
The Fighter habla sobre las disfunciones familiares, sobre las prioridades vitales de alguien que debe de escoger entre sus aspiraciones como púgil y sus seres queridos. Habla sobre la influencia de los medios de comunicación, y sobre el crack...Es un testimonio cruel pero verídico de muchas cosas, apuntalado por un trabajo actoral de primer orden, ya que a los citados hay que añadir a Melissa Leo (nominada al Óscar este año y anteriormente por Frozen River) y a la sorprendente Amy Adams, toda una revelación en su papel de mujer dura y decidida.
Y después de todo esto, están, por supuesto, las peleas. El cineasta logra que éstan sean secundarias, pero las filma con pericia, con planos certeros y magníficos. Y con ello logra esa sensación de épica que no está de más, pero que en esta película es lo de menos. La primera imagen revela las intenciones: los dos hermanos sentados en un sofá hablan a la cámara sobre lo que fue, sobre lo que pudo haber sido y sobre lo que es. También la película termina con esa escena, y, en medio, toda una lección de cine. Te seguiremos a partir de ahora, David O'Russell, aunque me da que nunca harás nada mejor...
Mi puntuación en IMDb:8.
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