Retrocedamos un año: Alex de la Iglesia se enfrentaba a su primera gala de entrega de los Premios Goya como Presidente de la Academia, con un éxito rotundo. Al acierto en decisiones importantes, como la de que Buenafuente se encargase de la dirección y presentación, se unieron hechos destacados que contribuyeron a lograr una más que necesaria sensación de unidad, como la presencia de Almodóvar. Todo era bueno y bonito, y quizás sólo faltaba Garci para que estuvieran todos. La gala fue extraordinaria, la mejor, en mi opinión, de todas, y la senda marcada por los Óscar, con evidentes ganas de copiar lo bueno de allí, se notó. En este segundo año no todo ha sido tan positivo.
Ha habido factores desetabilizantes. El ambiente ya no era propicio para que la fiesta fuese completa, con todo el jaleo de la Ley Sinde y la dimisión de de la Iglesia. Y se notó en la gala. No tuvo el ritmo, la gracia ni el empaque del pasado año, ni Buenafuente estuvo tan bien, aunque dejó alguna perla destacable. Fue una gala correcta, sin más, que no incitó al cambio de canal pero que se quedó lejos de la buena dirección emprendida el pasado año. Pa negre fue la gran triunfadora, y Agustí Villaronga, como él mismo destacó, se dio a conocer tras una prolífica carrera. Es sorprendente que en un año de cine ambicioso, con los trabajos de Alex de la Iglesia, Icíar Bollaín o Rodrigo Cortés (su Buried no se rodó con pretensiones gigantescas, pero ha terminado por ser una de las grandes del año), la pequeña, la rodada en catalán y no estrenada en muchas ciudades, se llevase el gato al agua. Ocurrió algo parecido al año de La soledad, la modesta peli de Jaime Rosales, que entonces batió a El Orfanato o Las Trece Rosas.
No he visto Pa negre. No se estrenó en los cines de mi ciudad y tampoco he podido verla por otras vías. Puede que sea injusta mi siguiente consideración, pero el triunfo de esta película aparece trufado de decisiones tomadas bajo criterios que, me temo, se alejan de los puramente cinematográficos. Puede que le hayan pasado la factura a Alex de la Iglesia (su Balada triste...no me vuelve loco precisamente) o que considerasen Buried como un producto puramente yanki. Y hasta puede que Icíar Bollaín haya pagado por el hecho de que su nombre se manejase como posible sustituta en la presidencia de la Academia. Otros, los más atrevidos, hablan de un premio a una cinematografía catalana que ya ha instaurado sus propios premios.
Por eso quiero ver Pa negre, y comerme, si procede, todas estas sospechas. Creo que industrialmente hubiese sido mucho mejor que ganase cualquiera de las otras tres, sobre todo si seguimos acusando a nuestro cine de falta de industria. Pero ojo, que si los académicos han considerado que ésta era la mejor, a callarse todos. Yo no la he visto, repito, pero me cuesta creer, conociendo la fimografía de Villaronga, que sea mejor que Buried, y, sobre todo, que Pajaros de papel, la estupenda peli de Emilio Aragón que ha sido, en mi opinión, la mejor película española del año.
Bardem volvió a ganar, y ya no sé cuántos Goyas tiene. Nora Navas se impuso a las nominadas de más nombre, Laia Marull cerró el ciclo (ya tiene los Goya a mejor actriz protagonista, de reparto y revelación), Karra Elejalde se llevó un premio que quizás debería de haber tenido en su casa desde hace tiempo y dos niños, Francesc Colomer y María Coma, fueron las revelaciones, por sus trabajos en Pa negre.
Como decía antes, me hubiese gustado que Emilio Aragón se llevase algo. David Pinillos le arrebató el premio como mejor director novel, y Jorge Drexler el de mejor canción. Yo es que le hubiese dado bastantes, entre ellos el de mejor película.
La gala no estuvo mal, pero tampoco estuvo muy bien. Faltaron, en mi opinión, más números musicales, teniendo en cuenta el gran show que montaron Luís Tosar y sus colegas Ya el pasado año Secun de la Rosa y Javier Godino se marcaron un número espléndido, que nos dejó con ganas de más. La estructura de la gala volvió a basarse, afortunadamente, en las de los Óscar, con esos detalles simples pero efectivos, como los de que cuatro actores y actrices de encargasen de presentar los premios de interpretación, o el sentido homenaje a quienes nos dejaron en 2010 (por cierto, la realización televisiva debió de tener en cuenta que cuando alejaban la cámara de la pantalla en donde aparecían los fallecidos, se hacía imposible distinguir los nombres).
Los presentadores, salvo Puigcorbé y Sardá, apenas tuvieron oportunidad de lucirse, de ser simpáticos, irónicos o jocosos, y tuvieron que limitarse a leer los nombres de los nominados, es de suponer que por la premura de tiempo teniendo en cuenta lo mucho que emplearon alguno de los ganadores en sus agradecimientos.
Ojalá Alex de la Iglesia no hubiese dimitido. Porque nunca el cine español estuvo tan unido como bajo su mandato, y nunca hubo una gala tan divertida como la del pasado año. Y ojalá que quien venga tome nota de todo lo bueno que ha hecho Alex, que no ha sido poco. Y, por supuesto, ojalá que le dejen.
Y finalmente, en este blog no se suele insultar a nadie, pero no quiero dejar de decir que el tal Jimmy Jump me parece un imbécil integral...
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