Hollywood, esa fábrica de sueños que yo adoro y a la que entrego casi todo mi tiempo de ocio (y una parte importante de mi dinero), tiene una característica cruel, que se ha ido agudizando en las últimas décadas. De forma implacable, casi sin excepciones y borrando cualquier rastro de nostalgia pasada, tritura a las actrices que sobrepasan una determinada edad para dar paso a carne fresca, a caras nuevas que a su vez serán olvidadas cuando lleguen otras más jóvenes y supuestamente más vendibles para el importante sector de público adolescente.
Por eso, lo mejor, en mi opinión, de una película como Los chicos están bien, es la posibilidad que nos brinda de disfrutar del trabajo de dos actrices espléndidas, maduras que no viejas, que se entregan a papeles protagonistas con un talento conocido, pero olvidado por los señores trajeados que determinan qué proyectos y con qué intérpretes se ruedan en los grandes estudios. Es cierto que tras la película están varias productoras pequeñas situadas fuera de ese sistema de producción tirano e injusto, pero la relevancia que ha alcanzado, con sus cuatro nominaciones al Óscar, ayuda a reivindicar a estas actrices enormes.
Es, ante todo, la película de Annette Bening y Julianne Moore, que se benefician de esa consideración de cinta pequeña e independiente que les permite meterse en una historia sobre una pareja de lesbianas madres de un chico y una chica a quienes han concebido gracias a un donante que aparece repentinamente en sus vidas. Con escenas de sexo que hubiesen sido prácticamente impensables bajo el amparo de las majors, estamos ante un drama desigual, pero sostenido por dos mujeres a quienes deberíamos de poder disfrutar con mayor frecuencia en las salas, aunque la Moore todavía parece ser algo considerada, mucho más, desde luego, que su compañera nominada Bening.
Dos referentes se intuyen tras ver Los chicos están bien. La obra de Lisa Cholodenko, directora de recurrente temática lésbica, se presenta como una mezcla de las maravillosas American Beauty y Juegos Secretos. De ambas toma esa consideración de la típica barriada norteamericana de alto standing como una burbuja compuesta por casas con piscina y jardín que esconden miserias y desgracias varias, a pesar de lo que los propietarios tratan de vender de puertas afuera. Carece de la ironía y acidez de la película de Sam Mendes, y quizás se arrima más al drama de Todd Field, pero la presencia de Annette Bening nos remite indiscutiblemente a aquella peli triunfadora en los Óscar del 2000.
Es de agradecer esa visión de normalidad con la que se nos presenta a una familia compuesta por dos mujeres y dos chicos concebidos por cada una de ellas, sin apenas sexualizar la historia, mostrándonos problemas que podrían surgir en familias consideradas por los más conservadores como "normales". La aparición del personaje de Mark Ruffalo, el nuevo Hulk que aquí está genial, no es más que el tercer vértice de un triángulo presente en tantas y tantas historias, independientemente de la consideración de matrimonio hetero u homosexual. La infidelidad, las disputas entre madres e hijos adolescentes, suceden desgraciadamente en cualquier familia, como muy bien parece querer reivindicar la directora y guionista.
Todos están bien. Annette Bening y Julianne Moore (¿por qué no está nominada también? ¿miedo de los productores a que se perjudicasen ambas candidaturas como ocurrió en su día con Thelma & Louise?) no hacen más que demostrar el talento que atesoran desde el inicio de sus carreras, a lo que se apuntan los jóvenes Mia Wasikowska (la Alicia de Tim Burton) y Josh Hutcherson. Ruffalo sigue escalando posiciones, a lo que sin duda contribuirá su inminente incursión en el Universo Marvel. Sólo me sobra ese personaje del empleado jardinero latino, ridículo y más propio de las intenciones de Mendes en American Beauty.
Si los árboles permiten ver el bosque, si obviamos esa supuesta disfuncionalidad de una pareja lesbiana y tantos otros prejuícios, disfrutaremos de una película buena, un drama bien escrito, rodado e interpretado, que se ha hecho un hueco en los gustos de los espectadores a pesar de esos elementos. La pena es que, una vez más, Annette Bening se quedará, parece, sin Óscar, ya que la competencia de Natalie Portman es demasiado grande. Ojalá que ella, Julianne Moore, Melanie Griffith, Geena Davis, Robin Wright, Susan Sarandon y tantas actrices maravillosas tengan más oportunidades.
Con esta entrada completo mis opiniones sobre las diez nominadas este año como mejor película. Las de Origen y La red social están en el otro blog, ése que figura en la columna de la derecha con el nombre de ¿De qué está hecho? Del material con el que se hacen los sueños... Sobre las otras ocho he opinado aquí, en este blog que estáis leyendo ahora mismo. Este año, por vez primera en mi vida, no podré seguir la gala en directo, por circunstancias de la vida, pero la comentaré aquí, aunque antes espero pasarme y hacer pronósticos sobre lo que puede ocurrir en la que para mi siempre ha sido la mejor noche del año, una noche de cine...
Mi puntuación en IMDb:7.
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